Son las once de la mañana del sábado. El celebrante ingresa a la zona desde la que va a conducir la eucaristía. En el templo hay unas pocas decenas de personas sentadas en las bancas en un máximo de dos por cada una. El resto no puede entrar y quienes quieren participar la seguirán detrás del vidrio que divide la nave principal de la capilla donde se encienden las candelas. La ceremonia no comienza como habitualmente lo hace una misa, sino con la lectura de una lista de nombres de personas y de las fraternidades a las que pertenecieron.
Once minutos ininterrumpidos transcurrirán con la parsimoniosa lectura de esos nombres. Es un homenaje a quienes ya no están.
Extracto del reportaje publicado el sábado 26 de febrero de 2022 en Página Siete, periódico de Bolivia
https://www.paginasiete.bo/gente/2022/2/26/cuando-oruro-fue-tierra-de-amor-no-de-carnaval-324408.html