
Verano, caliente, no demasiado.
De esas jornadas de emoción porque se acerca una nueva despedida.
Desayuno sencillo.
Hay plan. Museo de la historia industrial. Seguro me va a gustar. Definitivamente me iba a gustar.
Camino junto al canal. Pocos lo conoces, quienes viven o hacen deporte o cortan camino.
El museo…cerrado…¡verano!. Puede con todo. Será alguna otra vez.
Salgamos de aquí. ¿Qué hacer? ¿Interesa? En realidad no, para nada. Es un día simple.
Seguir caminando. Salir del canal, ya hasta parece que no se acaba ni tiene salida. Un barrio pequeño. ¡Un super, genial! Comprar un poco de pan, olivas maceradas, algo de embutido y un poco de pulpo marinado…un vino, infaltable.
Destino… Parco di Via dei Giardini.
Libertad de caminar sin miedo.
Parco, abierto, libre, limpio.
Sol y nubes. Ayudan a no derretirse.
Cartas, jugar machiavelli, aprenderlo, dominarlo y especialmente disfrutarlo…para extrañarlo.
Caminar, conocer il parco.
Laguna, patos y gallinas ¿gallinas? Sí, gallinas
Máquina para servir agua. Céntimos. Agua simple y acqua frizzante helada para la botiglia di metallo.
Pranzo.
Siesta sobre el ch’iji. No es el mejor lugar, muy pendiente, un poco incómodo.
Se nubla. El aire está más soportable. Parece que quiere llover. Volver, caminar, cruzar barrios de gente común y feliz…o no.
Era un martes…un día simple…uno de los días más felices de mi vida.
Javier Zárate Taborga
Escrito en La Paz una noche de agosto de 2020